El Resplandor de Norus: El Alquimista de Elker

¡Hola! Este es el trabajo de mi vida. Desde los catorce años he estado planeando esto. Han pasado casi diez años desde entonces. Mis habilidades como escritor nunca estarán a la altura de lo que mi cabeza ha creado, pero voy a dar mi mejor esfuerzo.

Durante más de cinco años he escrito cientos de borradores, historias alternas, precuelas y secuelas de este universo. Fue difícil para mí elegir dónde comenzar. Ahora creo que la ciudad de Elker, en el reino Stavenger, es el lugar idóneo. Cuando lo leas te darás cuenta por qué.

Prepárate para una saga bastante larga. Soy muy crítico con mi propio trabajo, por lo que me será difícil traerte capítulos con regularidad, pero ten por seguro que estoy trabajando en ello. Voy a envejecer escribiendo esto y es probable que muera sin poder compartirles todas las historias que tengo en mente, pero seguiré intentándolo hasta el final.

Si decides acompañarme en esta travesía, te agradeceré mucho.

Esta es la historia de Asmodeus, narrada desde la perspectiva de sus amigos más íntimos, empezando por la carismática Abigail, su pupila, quien con mucha ilusión abrirá el telón de esta obra.

Saga: El resplandor de Norus.

Arco argumental del Alquimista de Elker

Capítulo 1: La desaparición de Caisam.

¡Los saluda Davel Gomoz!


Cuando la gran estrella negra deformó los cielos de Norus, un palacio de metal descendió de sus entrañas hasta posarse frente a las costas del reino Stavenger. Era tan grande como diez castillos y tan imponente como las montañas. Flotaba como si tuviera el peso de una pluma y se desplazaba de forma silenciosa sobre la tierra. Los escribas de cada reino intentaron documentar todo sobre el evento, pero ninguno consiguió esclarecer su procedencia. No se les permitió hacerlo. Ningún rey pensó que sería inteligente revelarle al mundo lo que había sucedido y decidieron censurar los horrores a los que se enfrentaron.

Yo no necesito tragarme las mentiras de los escribas: estuve ahí cuando sucedió todo. Era una huérfana viviendo en el bosque de Gaia junto a una cálida comunidad de marginados. Tanto yo como mis amigos estábamos fascinados por el castillo de metal que se movía grácilmente sobre nuestras tierras. No podíamos saber lo que contenían aquellas paredes metálicas, si eran horrores del espacio exterior o visitantes lejanos, ni teníamos manera de adivinarlo, pero puedo asegurarte que no sentimos miedo. Quien sintió miedo fue el cobarde del rey Kaenius Stavenger, quien refugiado en su lejano castillo ordenó a su ejército que barriese nuestro hogar, el bosque de Gaia, para afrontar cualquier amenaza contra sus malditas tierras.

Los soldados se anunciaron con fuegos intensos, columnas de humo negro y gritos lejanos. Fueron valientes alzando sus espadas e incinerando a arcabassys indefensos. Gritaban y reían con entusiasmo mientras asesinaban a mis amigos, inspirados por el éxtasis de su superioridad. Usaron sus dones contra quienes no podían defenderse, quemándolos con llamaradas de fuego o quebrando sus huesos con un gesto de sus manos, jugando con ellos en el aire para asegurarse que con sus gritos esparcieran el terror y explotando sus entrañas cuando se aburrían de ellos.

Fueron valientes contra arcabassys enfermizos y una niña que apenas sabía controlar sus dones, pero algo más los detendría. Su festín acabó cuando cinco humanoides de metal descendieron del palacio flotante para arrasar con ellos de las formas más humillantes. Al principio, cuando los soldados estaban llenos de adrenalina, se lanzaron con un grito de batalla contra los gigantes de tres metros creyendo que los rebanarían tan fácil como a nosotros. Primero un cráneo explotó sin razón aparente; luego los humanoides se movieron con tal velocidad y destreza que en pocos minutos ya habían limpiado casi todo el campo de batalla.

Las tripas de cuatrocientos soldados del orgulloso ejército staviano quedaron esparcidas en el escenario de aquella batalla, eso es algo que los escribas nunca han mencionado.

El rey de metal se reveló ante nosotros en medio de la emergencia, un humanoide de tres metros de alto cuya piel bajo las placas de su pesada armadura brillaba con tono celeste. Cargaba un hombre entre sus brazos, inconsciente cuando lo recibimos. Su piel era pálida y su cabello negro, brillante. El rey de metal nos encomendó cuidarlo y que viajáramos al norte para alejarlo del peligro mientras él repelía el ataque del supremo comandante del ejército Stavenger.

Ese hombre era mi maestro, aquel que aprendió nuestro idioma en un día y que podía leer páginas enteras en fracciones de segundos, aquel cuya pasión por el conocimiento ardía con gran intensidad, especialmente sobre aquel que concernía al shpabisshys y a las leyes naturales de nuestro mundo, lo que él estaría más contento de definir como “Física”.

Desde que comencé a apasionarme por las historias sobre intrépidos aventureros, supe que era mi deber compartir con el mundo las proezas de mi maestro. He sopesado a lo largo de los últimos años cuáles deberían ser las primeras en ver la luz y la forma más adecuada de revelarlas. Nuestras aventuras han sido increíbles tanto en abundancia como en interés; van desde la batalla del bosque de Gaia, pasando por la ocasión en que derrotamos a una quimera emergente en el reino Munrich hasta nuestra alianza con la reina Anaeth para detener a los sectarios de Volkius, entre muchos otros episodios intermedios que —aunque sin ser tan impresionantes como los ya mencionados— marcaron para siempre tanto nuestros corazones como los de quienes ayudamos.

Poseo minuciosos registros sobre cada evento; van desde dibujos y notas personales hasta declaraciones de los testigos. Podría empezar hablando sobre cualquiera, pero velar por la privacidad de los implicados es una tarea que dificulta mi elección. No obstante, he decidido comenzar con algo más sencillo. Se trata de una de las aventuras más singulares que he vivido y que —sin ser la más espectacular— ilustra muy bien la serenidad y objetividad que tanto aprecio en mi maestro. Pero no solo eso, sino que marca el inesperado comienzo de un problema que crecería hasta alcanzar dimensiones insospechadas, desvelando en el proceso los oscuros secretos detrás de Elker, la que durante mucho tiempo fue la ciudad más próspera del reino Stavenger.


NOTA FINAL

Shpabisshys = energía creadora (podría decirse que es un tipo de magia).

Dones = habilidades para controlar el shpabisshys (movimientos mágicos).

Arcabassys = Humano sin dones (alguien que no puede usar magia).


Publico esto aquí como antecedente de mi autoría. Lamentablemente, no veo que haya muchos lectores en español interesados en darle la oportunidad a un libro de fantasía nuevo como este. Por esa razón he decidido concentrar mis esfuerzos en el mercado internacional, más específicamente en la plataforma llamada RoyalRoad, donde espero encontrar más lectores para mi obra.

Es posible que algún día regrese para terminar lo que empecé aquí, pero no puedo prometer nada. ¡Gracias por tu comprensión!